Estudiantes de la carrera de Fisioterapia de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) dialogaron con expertos en el tema, quienes enfatizan el ejercicio y la educación como pilares clave en el manejo de la artritis y la artrosis, destacando la importancia de un enfoque individualizado para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
En el campo de las enfermedades reumáticas, la artritis y la artrosis son dos condiciones que comparten un vínculo con el sistema inmune, pero que se presentan de manera muy distinta.
Por un lado, la artritis es un término, con su sufijo «itis», que sugiere inflamación. En esta enfermedad, el sistema inmune decide atacar el tejido articular del cuerpo, lo que provoca un proceso de daño articular progresivo, asociado a inflamación en las articulaciones. Como resultado, el paciente experimenta dolor, inflamación, pérdida de movilidad y rigidez matutina, entre otras.
Por otro lado, la artrosis presenta un cuadro diferente. Aquí, no se trata tanto de un proceso inflamatorio como de un proceso progresivo de degradación del complejo articular. Una de las estructuras afectadas, el cartílago (encargado de amortiguar y proteger las articulaciones) se va debilitando con el tiempo. Esto conlleva a problemas como dolor, limitación de movimiento, pérdida de fuerza y rigidez matutina de menor duración que en la artritis, pero sin el componente inflamatorio presente en la artritis.
Pablo Rodríguez, fisioterapeuta colegiado en el Colegio de Fisioterapeutas de Andalucía (ICPFA) de España y estudiante de doctorado de la Universidad de Sevilla, especializado en dolor crónico, ejercicio y uso de nuevas tecnologías en rehabilitación, indica que tradicionalmente se ha creído que el movimiento, el ejercicio y la actividad diaria pueden empeorar la artrosis y la artritis. Esta idea ha sido repetida tanto por profesionales de la salud como por los propios pacientes, sugiriendo que lo mejor es evitar el movimiento; sin embargo, años de investigación, demuestran todo lo contrario.
“El ejercicio, lejos de ser perjudicial, en realidad beneficia el metabolismo y la circulación sanguínea en las articulaciones. Esto puede ayudar a detener o revertir los procesos degenerativos asociados con estas enfermedades. Incluso en el caso de la artritis, donde la inflamación es un factor clave, el ejercicio ha demostrado ser beneficioso”, indica el experto.
Agrega es que fundamental adaptar el ejercicio a las capacidades del paciente, considerando sus limitaciones funcionales y su entorno. Por ejemplo, si el paciente necesita caminar mucho durante el día, el programa de ejercicio debe enfocarse en aumentar su tiempo de pie sin dolor. Del mismo modo, si se centra en las manos, el objetivo sería mejorar la capacidad para realizar gestos complejos sin dolor. Además, como profesionales de la fisioterapia, indica que dentro de sus responsabilidades y estrategias está el animar, controlar y dar seguimiento cercano al paciente para evaluar su progreso con el plan de ejercicio.
Por su parte, Javier Martínez Calderón, fisioterapeuta, doctor, profesor asociado de la Universidad de Sevilla e investigador sobre el dolor, salud mental y cronicidad, señala que para ofrecer un diagnóstico apropiado es necesario comprender el perfil de los pacientes. Además, considera relevante tomar en cuenta los factores psicológicos que pueden surgir en estas poblaciones, como la depresión y la ansiedad. Si bien es crucial diferenciar entre síntomas y trastornos, es común que los pacientes con artritis experimenten miedo al movimiento o al dolor, lo que puede perpetuar su malestar. Aquí es donde entra en juego el concepto de autoeficacia, que el contexto de la artritis se relaciona con la creencia en la capacidad de realizar actividad física a pesar la rigidez, dolor u otros síntomas que puedan presentarse.
“Cuando nos encontramos con individuos cuyas creencias arraigadas sobre el dolor pueden ser propias, familiares o incluso inducidas por otros profesionales sanitarios por desconocimiento, hay que desmontar esas creencias. Para abordar este desafío, surgen intervenciones contemporáneas dentro de la socioterapia, como la educación en la neurociencia del dolor”, acota.
El objetivo de esta educación no es eliminar directamente el dolor, lo cual sería un error, sino ayudar a la persona a comprender mejor su situación y proceso doloroso que busca mejorar la gestión de la incertidumbre, reducir los pensamientos catastrofistas y manejar el miedo al movimiento, lo cual contribuye a disminuir el sistema de alarma del cuerpo.
Al reducir la intensidad del dolor y cambiar la percepción de la capacidad para realizar actividades, se puede fortalecer la autoeficacia del individuo. Por ello, resulta importante crear esa conexión y confianza con el paciente para apoyarlo de manera efectiva durante su tratamiento.
Para finalizar, ambos expertos ratifican la importancia de evaluar al paciente de forma constante y objetiva para que pueda ver su progreso de manera semanal o mensual, y destacan la necesidad de un enfoque integral y personalizado en el tratamiento de la artritis y la artrosis, brindando esperanza y orientación a quienes viven con estas condiciones.