En el Día Mundial del Lavado de Manos promovido por la OMS, se refuerza y se promueve esta práctica preventiva sobre todo en contextos en donde la atención y el acceso a salud es complejo, considerando que es una de las prácticas más efectivas y fáciles de seguir. Según María Laura López, directora de la Escuela de Enfermería de la UIDE, los pioneros de estandarizar y protocolizar esta práctica fueron Ignaz Semmelweis (1818-1865) y Florence Nightingale (1820-1910) quienes evidenciaron el impacto real de estas prácticas en la prevención de enfermedades con contagio por contacto.
El lavado de manos es la práctica habitual más importante para los profesionales de salud considerando que es un procedimiento simple que tiene un gran impacto en la reducción de morbi-mortalidad por contagios de ciertas enfermedades infecciosas especialmente respiratorias y gastrointestinales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un adecuado lavado de manos puede reducir hasta un 23% de las enfermedades respiratorias y entre un 30% y 50% de los casos de diarrea.
En ambiente hospitalario, es clave el lavado de manos previene infecciones nosocomiales (infecciones adquiridas en hospitales) que suelen ser difíciles de controlar y de tratar, por eso es un protocolo obligatorio establecido en 5 momentos: antes del contacto con el paciente, antes de realizar una tarea aséptica, después del riesgo de exposición a fluidos corporales, después del contacto con el paciente y después del contacto con el entorno del paciente.
El lavado de manos es una técnica conformada por 11 pasos estandarizados que son los propuestos por la OMS y compartidos a través de infografías para divulgación:
A raíz de la pandemia de COVID-19, el lavado de manos se convirtió en una práctica promulgada no solo en la comunidad sanitaria sino en todo contexto para el control de la transmisión de enfermedades por contacto.
El lavado de manos es una de las medidas más simples y económicas para mejorar la salud pública a nivel mundial.