Educar para la paz es uno de los principales retos que enfrenta el sistema educativo ecuatoriano. Los niños y jóvenes tienen un rol protagónico en el presente, y en el futuro, al ser considerados como agentes de cambio para la construcción de un mundo más equitativo y justo para todos.
En 2023, Ecuador descendió 24 puestos en el Índice de Paz Global, que publica el Institute for Economics & Peace, un think tank con sede en Sidney (Australia). De esta forma, el país se ubicó en el puesto 97°, debido a los niveles de paz y violencia que se registran a escala nacional.
Jenny Vinueza, Directora General del Colegio ISM, señala que el enfoque de paz es clave en la formación integral de los estudiantes. «Incorporar una cultura de paz en el sistema educativo no es un lujo, sino una necesidad. Las instituciones educativas tenemos el deber de formar ciudadanos capaces de enfrentar los retos globales con diálogo, respeto y compromiso social, generando transformaciones y cambios sustanciales en la sociedad», explica.
¿Qué beneficios tiene este tipo de formación? Jenny Vinueza, quien también es psicóloga con 36 años de experiencia, comenta que la paz, entendida como algo más que la ausencia de violencia, debe incluir la promoción del respeto mutuo, la resolución pacífica de conflictos y la valorización de la diversidad.
En este contexto, menciona que instituciones, como el Colegio ISM, han integrado estos principios en su currículo mediante proyectos que fomentan el liderazgo positivo, la responsabilidad ambiental y la acción comunitaria, que se alinean con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
Para la experta educativa, la promoción de la educación para la paz brinda diferentes ventajas en el proceso de aprendizaje, como:
- Fortalecer el respeto a la diversidad: Al aprender a convivir en armonía, los estudiantes valoran diferentes puntos de vista y culturas, fomentando una mayor cohesión social.
- Desarrollar un liderazgo positivo: La cultura de paz forma líderes que inspiran cambios, no por la imposición, sino por el ejemplo y el diálogo.
- Mayor bienestar emocional: Los estudiantes crecen en un ambiente donde se prioriza el respeto mutuo y el bienestar colectivo, lo que favorece su desarrollo integral.
Uno de los ejemplos más relevantes de este enfoque es el programa CAS (Creatividad, Actividad y Servicio) que implementó ISM en su modalidad de Bachillerato Internacional. A través de esta propuesta, los estudiantes se involucran en actividades que promueven el bienestar colectivo, desde proyectos ambientales hasta iniciativas sociales. Estas experiencias prácticas ayudan a los jóvenes a comprender que la paz se construye desde lo cotidiano.
Por otra parte, en ISM, el Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) juega un papel clave en la atención personalizada de los estudiantes, enfocándose en su bienestar emocional y académico. A través de proyectos preventivos, el DECE promueve un entorno escolar seguro, aborda la diversidad y fomenta la resolución pacífica de conflictos. Su labor incluye campañas sobre honestidad, inclusión, salud mental, afectividad y valores, contribuyendo a la formación integral y a la construcción de una cultura de paz.
Jenny Vinueza destaca que el impacto no solo se refleja en el entorno social, sino también en el desarrollo emocional de los estudiantes. «Cuando los alumnos aprenden a convivir en paz, crecen en un ambiente más saludable y emocionalmente equilibrado, lo que mejora su rendimiento académico y su bienestar general», manifiesta.
Gracias a estos esfuerzos, el colegio ISM ha sido certificado como Embajador de Paz por la organización internacional Fundación «Mil Milenios de Paz”, un nombramiento que fue otorgado por la Mesa Redonda Panamericana de Quito, debido al valioso aporte de la institución en la promoción de una cultura de paz.
Hoy en día, el sistema educativo tiene la responsabilidad de formar ciudadanos comprometidos con un futuro mejor. En este contexto, la promoción de una cultura de paz es un paso crucial hacia ese objetivo. Las iniciativas lideradas por instituciones como ISM demuestran que la educación puede y debe ser un motor de cambio positivo en la sociedad.