La inestabilidad económica, los conflictos sociales, los desastres naturales y la crisis eléctrica están afectando profundamente el bienestar emocional de la sociedad ecuatoriana. En momentos como estos, cuidar el bienestar psicológico no solo es una necesidad, sino una inversión crucial para la recuperación y la construcción de un futuro más estable y solidario.
Según recientes datos del Ministerio de Salud Pública en su red de servicios de salud mental, se registró que en 2023 atendieron cerca de 130 mil personas con diferentes problemáticas relacionadas a la salud mental, adicionalmente de enero a agosto de 2024 se han atendido el 75% de ese número. Las cifras muestran que el número de atenciones se sigue incrementando en el tiempo, pasando de 840 mil atenciones en 2022, a 934 mil en 2023 y hasta agosto de 2024 se han registrado 700 mil atenciones, uno de los mayores desafíos en Ecuador sigue siendo el estigma en torno a la salud mental, que desanima a muchos a buscar ayuda. Entre las creencias más comunes que afectan el bienestar psicológico están frases como “ir al psicólogo significa estar loco” o “antes no existían psicólogos y todos salían adelante solos”. Este tipo de prejuicios, arraigados en la cultura, impide que quienes sufren en silencio tomen el paso crucial de buscar apoyo profesional.
La incertidumbre que genera la falta de un servicio básico, sumada a las complicaciones laborales y académicas, está exacerbando las condiciones preexistentes de ansiedad y depresión. “Muchos de los pacientes que llegan a consulta reportan dificultades para organizarse, sentir que no logran cumplir con sus responsabilidades, y tienen una constante sensación de inseguridad y agotamiento mental. Esto provoca sentimientos de desvalorización, lo que empeora su estado anímico y genera más aislamiento social”, señala la psicoanalista Soledad Ríos. Esta crisis energética ha puesto en evidencia la necesidad de romper los estigmas sobre la salud mental en Ecuador.
Las empresas, los medios y la sociedad en general tienen un rol clave para generar espacios seguros y confiables en los que se pueda hablar de estos temas sin miedo y con total apertura. La implementación de un programa integral de apoyo emocional puede ser decisiva para el bienestar de los colaboradores. “Así como existe el médico ocupacional, las empresas podrían contar con la asistencia de un psicólogo o, al menos, realizar convenios con profesionales externos”. Además, actividades de esparcimiento y estrategias para evitar la sobrecarga o el temido «burnout» son medidas necesarias para asegurar un equipo de trabajo sano y productivo. Muchos colaboradores temen compartir sus dificultades personales por miedo a represalias. Contar con programas de apoyo en el trabajo no solo beneficia al individuo, sino también a la productividad y ambiente laboral en general.
Sin duda la crisis energética no solo está afectando la infraestructura del país, sino también la estabilidad emocional de sus habitantes. En este contexto, es fundamental que tanto las personas como las organizaciones asuman un rol activo en el cuidado de la salud mental. Buscar apoyo psicológico, desmitificar los prejuicios sobre la salud mental y crear ambientes laborales saludables son pasos necesarios para enfrentar esta difícil situación.