Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 2.9 millones de personas mueren anualmente por causas relacionadas con el trabajo, de las cuales 2.4 millones son por enfermedades laborales. Además, cada año se registran 402 millones de accidentes no mortales, pero que conllevan consecuencias graves para el ser humano. El estrés, el burnout y la ansiedad ya son considerados problemas de salud pública. Ante esto, la OMS ha emitido directrices conjuntas sobre la salud mental en el trabajo, pues el teletrabajo, la hiperconectividad y la precarización laboral han amplificado estos riesgos.
Actualmente, en muchos países de ingresos medios o bajos, millones de trabajadores están expuestos a condiciones peligrosas pues, aproximadamente el 60% de la fuerza laboral mundial no cuenta con protección suficiente en materia de salud ocupacional. A pesar de esto, cada vez más empresas adoptan enfoques integrales de bienestar laboral. Desde el año 2022, la OIT promueve la inclusión del entorno de trabajo seguro y saludable como principio y derecho fundamental.
En el caso de Ecuador, sectores como la construcción, manufactura, agricultura, transporte, salud y el comercio informal enfrentan los mayores riesgos. La informalidad, el incumplimiento de normas básicas de seguridad, las condiciones laborales deficientes, el poco o nulo acceso a servicios de salud, la falta de medidas de prevención y la exposición a factores físicos, químicos, climáticos y psicosociales ponen en riesgo la salud y la vida de millones de trabajadores.
En el marco del Día Mundial de la Seguridad y Salud en el trabajo, que se celebra anualmente el 28 de abril, Pablo Suasnavas, decano de la Facultad de Ciencias del Trabajo y del Comportamiento Humano de la UISEK, enfatiza que “es una oportunidad para promover espacios de trabajo más humanos, empáticos y emocionalmente seguros”. Además, destaca que la seguridad laboral impulsa la productividad y el desarrollo humano, reduciendo el ausentismo y la exclusión, mejorando la calidad del trabajo, protegiendo la salud y fortaleciendo el tejido social.
Finalmente, el decano hace un llamado a la corresponsabilidad entre empresas, Estado y academia, para construir una cultura preventiva sólida; pues “este 28 de abril no solo recordamos, nos comprometemos a que nadie más pierda la vida por trabajar. La prevención no es un lujo, es un deber ético, social y productivo”.