El estrés en el trabajo es un problema que debemos enfrentar conjuntamente ya que no se trata de un problema individual, pudiendo afectar a las personas trabajadoras de todas las categorías y profesiones. El estrés laboral siempre ha estado presente en el trabajo pero se ha incrementado en intensidad e incidencia debido a las nuevas formas de organización del trabajo así como de las relaciones sociolaborales. Está demostrado que un buen clima laboral beneficia la salud física, mental y emocional de los empleados, y contribuye a alcanzar el desempeño y metas deseadas.
Lograr esto está en manos de las empresas. Estas deben implementar estrategias alineadas con las mejores prácticas en psicología organizacional y salud ocupacional. Como primer paso, se deben detectar cuáles son las causas de estrés más comunes.
Cuando las demandas del trabajo exceden las capacidades de los empleados y el entorno laboral no cuenta con los recursos necesarios, los estresores se detonan. Entre algunos de los más comunes son:
- Las tareas abrumadoras, plazos demasiado inmediatos y la constante de «incendios» y tareas de última hora.
- La sensación de no tener control sobre las tareas o decisiones laborales.
- No tener certeza sobre las expectativas y responsabilidades del puesto.
- Tener una mala relación con los compañeros o jefes.
- Tener inestabilidad en el puesto o temer ser despedido en cualquier momento.
- Falta de reconocimiento, sentir que el esfuerzo y el talento no son suficientemente reconocidos.
- Entornos del trabajo peligrosos o incómodos, no ergonómicos. Es un tema muy común en la modalidad de teletrabajo.
- No tener suficiente tiempo de calidad; imposibilidad de equilibrar las responsabilidades y separar el trabajo de la vida personal.
Al detectar estas causas de estrés, las empresas deben promover una cultura de bienestar, fomentando un ambiente de trabajo positivo y respetuoso, así como políticas que prioricen la salud y el bienestar en la organización.
También es necesario intervenir el lugar de trabajo, por ejemplo, rediseñando las metodologías o incrementando la autonomía para permitirle al empleado fluir mejor y empoderarse de su cargo. Y por supuesto, brindarle capacitación y desarrollo profesional, que será percibida por el empleado como reconocimiento y apoyo.
Si el trabajo es presencial, es clave fomentar la actividad física. Las empresas pueden proveer instalaciones para el ejercicio, organizar actividades deportivas y de bienestar, e incentivar a la toma de descansos activos durante el día laboral.
Asimismo, se puede brindar opciones de alimentos saludables en las cafeterías y máquinas expendedoras, y ofrecer programas de educación nutricional y talleres de cocina saludable.
Por último, y quizás lo más importante, se debe incentivar el equilibrio entre trabajo y vida personal implementando políticas de horarios flexibles, desconexión digital y teletrabajo, así como promover el uso de vacaciones y tiempo libre, y apoyar a las personas en la conciliación de sus responsabilidades laborales y personales.
En tiempos donde todos vamos tan deprisa y la vida parece más abrumadora que antes, el aporte que hagan los lugares de trabajo para contribuir a la salud de los empleados será muy positivo. Recordemos que nuestro sitio de trabajo es casi nuestra segunda casa, y allí también debemos sentirnos tan cómodos como en la nuestra.
Por: Dr. Juan José Agún González
Docente investigador de la Maestría Oficial en Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad Internacional de Valencia – VIU